Primero fue la irrupción del bitcoin y después el proyecto de Facebook para hacer una moneda digital privada. Los bancos centrales de todo el mundo, incluido el Banco Central Europeo (BCE), han visto las orejas al lobo y se han puesto manos a la obra para diseñar sus propias monedas digitales. Sin embargo, se han encontrado con una doble problemática: por un lado, los nuevos instrumentos pueden provocar el final del efectivo, y por el otro, dejar obsoleto el sistema financiero, necesario para que fluya el crédito.
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